Cuba: campesinas camagüeyanas en cooperativas pecuarias | Centro Cultural de la Cooperación

Cuba: campesinas camagüeyanas en cooperativas pecuarias

29/12/2011


Los cambios radicales a partir del triunfo revolucionario en el ámbito social, si bien generan una gama de oportunidades para la emancipación femenina, también provocan tensiones, especialmente en las familias campesinas asentadas sobre bases históricas de desigualdad. Aparece resistencia al proceso de revalorización de los roles de las mujeres. Los prejuicios persisten fuertemente enraizados en su génesis histórico-cultural y el sector cooperativo anapista camagüeyano no constituye una excepción.

 

Mucho camino por andar

 

Dra. Maribel Almaguer Rondón (Universidad de Camagüey) y Msc. Ana Lidia Torres Armenteros (Universidad Médica de Camagüey)

 

Desde los inicios del proceso revolucionario, se han implementado numerosas políticas favorables al acceso de las mujeres al trabajo y en especial al empleo, pero aún queda mucho por hacer en el logro de una verdadera equidad. La participación de las mujeres en los puestos relacionados con la dirección, ya sea política o administrativa, aún se mantiene muy distante de la participación potencial que, como profesionales, pueden aportar ellas en estas esferas de toma de decisiones.

 

Este comentario sintetiza los resultados de una investigación realizada en Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) y Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) como parte de un convenio con la Asociación  Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y un Proyecto Territorial de las Ciencias Sociales del CITMA, para determinar los factores que limitaron el acceso de las mujeres cooperativistas pecuarias a cargos de dirección en la provincia de Camagüey en los años 2006-2010 y proponer acciones que contribuyan a revertir la situación actual.

 

Cuba construye una nueva sociedad basada en la ideología marxista-leninista y desde 1959 se abrió un proceso de profundas transformaciones en todas las esferas de la sociedad; las nuevas condiciones y concepciones revolucionarias, junto con las normas legales acerca de los derechos de las mujeres, les aseguraron el acceso al trabajo, a la educación, a la salud, a la atención y formación integral de los hijos/as y garantizan, específicamente a la trabajadora, salario igual por igual trabajo, descanso retribuido, libre acceso al ejercicio de todas las profesiones, seguridad social y otras leyes tendentes a lograr su máxima protección en su condición de madre y trabajadora. Mas, en la práctica aparecen algunas contradicciones. Veamos:

 

El artículo 41 de la Constitución de la República de Cuba, promulgada en 1976, reformada en 1992 y en  2002, y establece que «todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y están sujetos a iguales deberes». La propia Constitución (artículo 44) singulariza en cuanto a la posición de las mujeres, estableciendo que hombre y mujer gozan de iguales derechos en lo económico, político, cultural, social y familiar y legisla acerca de la tutela que el Estado debe ofrecer para que se garantice a la mujer este derecho[i]. Las sustanciales diferencias entre el campo y la ciudad preocuparon y ocuparon a los máximos líderes de la Revolución desde el propio triunfo. El cooperativismo defendido por Fidel Castro desde su histórico alegato La historia me absolverá[ii] ha sido una de las vías más efectivas en la estrategia por intentar solucionar esta contradicción.

 

Pese a lo citado, a nivel de país se observan irregularidades en el acceso de las mujeres a cargos directivos en el sector cooperativo, extensivo esto a todo el territorio nacional, por lo que quedan muchas aristas por explorar respecto a causas y posibles soluciones. Las mujeres directivas se concentran fundamentalmente en la base de las pirámides de los procesos de dirección. Ellas están menos incorporadas a los cargos decisorios, fundamentalmente a los más altos niveles, por lo que la toma de decisiones en las diferentes organizaciones y niveles sigue siendo responsabilidad, en mayor medida, de los hombres, los cuales se desempeñan como líderes al frente de las instituciones del país.

 

En Cuba sorprende ver comunidades rurales donde no faltan médicos de familia, clínicas estomatológicas, restaurantes, escuelas modernas, calles pavimentadas, terminales de ómnibus, farmacias, entre otras comodidades que facilitan la vida del campesinado de nuestros días, pero, paradójicamente, los cambios en las mentes no van tan rápido como quisiéramos, especialmente como desean y necesitan las mujeres. En medio de todo lo citado, aún se encuentran no solo los fogones de leña, sino que son muchas las mujeres que buscan este «combustible» en el campo.

 

¿Qué pasa con las cooperativistas pecuarias en Camagüey?

 

El estudio realizado abarcó 12 municipios, de los 13 que posee el territorio camagüeyano. Fueron investigadas en total 773 socios/as: 121 mujeres (15,6 %) y 652 hombres (84,3 %). La escasa representatividad de las campesinas en la muestra está condicionada por el insuficiente número de socias.

 

En la provincia existen hoy 283 cooperativas, 95 pertenecen a las CPA y 188 a las CCS[iii], solo nueve mujeres son presidentas de cooperativas, lo que representa un 3,18 %, respecto al total de cooperativas, y un 0,32 % respecto a mujeres socias. Actualmente 381 mujeres son dirigentes, para un 13,8 % en relación con mujeres socias (2.756). La cantidad de hombres socios (20 637) denota la escasa incorporación femenina al trabajo cooperativo, lo que repercute lógicamente en su acceso a los cargos de dirección[iv].

De acuerdo con los resultados obtenidos, los factores que están incidiendo con mayor fuerza en el limitado acceso de las mujeres cooperativistas pecuarias a cargos de dirección son los siguientes:

 

 Condiciones de trabajo.

 Condiciones de vida.

 Distribución de roles en el hogar.

 

Pudiéramos hacer todo un anecdotario con criterios escuchados en nuestros andares por los campos camagüeyanos y en los diferentes talleres de género desarrollados. En una asamblea de la Junta Directiva en una CCS (fortalecida), su organizador sentenció: «Mientras yo forme parte de esta dirección no habrá ninguna mujer que participe». Este estereotipo extremo no es lo que predomina, por ello preferimos dedicar este artículo a las regularidades.

 

¿Qué tal las condiciones de trabajo?

 

En entrevistas a las presidentas de cooperativas refieren que están obligadas a recorrer largas distancias para poder cumplir con sus deberes laborales, al carecer de transporte y teléfono. La capacitación recibida en cuanto a las tareas específicas de dirección y de trabajo, según la actividad que desempeñan, ha sido insuficiente, el 90,7 % de las encuestadas señala que la agenda de reuniones de los consejos de dirección de las juntas directivas, asambleas generales de los asociados y demás actividades, no se ajusta a los horarios que facilitan la presencia de las mujeres. Casi todas se realizan luego de la jornada laboral, por tanto coinciden con sus obligaciones para con los hijos/as y el resto de los miembros del hogar, carencia de oficinas donde ejercer su labor de dirección, ausencia de equipos informáticos que faciliten el trabajo, por solo citar algunos ejemplos. Todo lo cual atenta contra las motivaciones para dirigir y el costo personal y familiar es mucho mayor.

 

En el caso de las mujeres dirigentes se constató que se ven obligadas a demostrar sus posibilidades, capacidades y aptitudes con mayor intensidad que los hombres, al enfrentar tareas valoradas por el sexo masculino como propias. Tienen que ejecutarlas, prácticamente, sin margen para el error y que llegue a ser reconocida la valía de sus actos en la actividad de dirección, lo cual trae como consecuencias un mayor sacrificio personal y familiar para ellas.

 

Las mujeres dirigentes y las presidentas de cooperativas señalan que en ocasiones no logran tener un estilo de dirección propio, debido a que se han acostumbrado a trabajar mayoritariamente con hombres, lo que las ha obligado a dirigir sobre la base de los patrones masculinos presentes en el estilo de dirección de la sociedad cubana en general. Las mujeres tenemos, no pocas veces, nuestro modo peculiar de resolver los problemas: con la pareja, con los hijos y por qué no, con nuestros subordinados, y de hecho con frecuencia lo logramos. Vale citar el viejo proverbio: «Mano dura con guante de seda».

 

En historias de vida de mujeres dirigentes cooperativistas, impresiona la de Odalys Cervantes Rodríguez, de 45 años de edad, presidenta de la CCS José Martí (fortalecida), del municipio Céspedes, quien refiere textualmente cómo ella alcanza eficiencia:

 

«He logrado simultanear tareas, ya que busco mucho apoyo familiar, laboral y comprensión. Delego y chequeo. No niego que realizo un esfuerzo extraordinario, pues el trabajo demanda de mí mucha abnegación y sacrificio. Trato de capacitar el personal que me rodea para que sepa realizar bien sus funciones, eso es elemental. Tengo mucha vinculación con todos, empleo la estimulación para lograr mayores resultados, ya que con el reconocimiento merecido, las personas asumen mejores posturas. Procuro elevar su autoestima y busco la igualdad. Me preocupo por mejorar las condiciones de la oficina y de las casas de mis trabajadores, me ocupo del autoabastecimiento y priorizo la planificación del trabajo».

 

Esta CCS muestra destacados resultados y su presidenta en el X Congreso de la ANAP fue electa miembro del Comité Nacional. No caben dudas, Odalys ha encontrado su propio estilo.

 

En cambio, hay otras historias de vida que dejan cierto sabor amargo, tal es el caso de la referida por María del Carmen Casas Zamora, de 52 años de edad, quien nos cuenta:

 

«En el curso de los ocho años que ocupé el cargo de organizadora en la Junta directiva de la CCS Raúl Gómez García (fortalecida), pude experimentar el rigor del frente que ocupaba, principalmente en el caso de la documentación y los controles. El resto de los integrantes de la junta eran hombres y por mi condición de mujer y poseer cierto nivel cultural, recaía en mí un sinnúmero de tareas que requerían cierta estética, orden y habilidades femeninas, sin embargo, nunca se me apoyó con el trabajo directamente en el cargo, ni en mis responsabilidades como jefa de finca y de mi núcleo familiar, pues en esos momentos tenía a mi hija divorciada, con dos niños pequeños bajo mi custodia, tuve que arreglármela sola para realizar todas las actividades domésticas y el trabajo al mismo tiempo. Realmente fue una etapa muy difícil y de jornadas agotadoras, pasaba noches completas elaborando la documentación y actualizando los controles».

 

Son estas las mujeres que despiertan admiración, pero el costo elevado para merecerla se puede apreciar en sus sinceras declaraciones. Nunca tuvo apoyo en el trabajo, pero trabajó. Su hija y nietos —pese a su carga pesada— contaron con su sostén. De hecho, la respetamos, pero no son estas las historias de vida a la que se aspira y «ojalá pase algo» que permita escuchar historias más reconfortantes de mujeres dirigentes cooperativistas.

 

Para acercarnos a lo que aspiramos proponemos algunas acciones:

 

  • Continuar mejorando las condiciones de trabajo para incrementar la composición femenina en las cooperativas.
  • Gestionar, a través de la ANAP, teléfonos para aquellas cooperativas más distantes de sus organizaciones municipales.
  • Continuar la capacitación a dirigentes, lo que aún resulta insuficiente.
  • Cumplir con todas las actividades  en el marco de la jornada laboral, para no afectar el tiempo disponible de la mujer y el hombre para la atención a la familia.
  • El MINAZ, el MINAGRI y la ANAP deben incrementar su gestión para dotar a las cooperativas de algunos medios indispensables que permitan humanizar el trabajo.

·               Construir oficinas para el trabajo de los miembros de las juntas directivas en aquellas cooperativas que no las poseen y mejorar aquellas que están en mal estado.

·               Incrementar los estímulos materiales y morales a las mujeres dirigentes que se destacan por sus resultados en las cooperativas, y exhortar así la incorporación de ellas a cargos de dirección.

 

En tanto no se produzcan cambios en las condiciones de trabajo, va a resultar difícil que crezca ostensiblemente el número de mujeres cooperativistas con cargos de dirección en la provincia de Camagüey y, que conste, que muchos de estos cambios no requieren recursos materiales o financieros, tan escasos por estos tiempos. Contamos con presidentas que constituyen orgullo para la ANAP camagüeyana y potenciales mujeres dirigentes, que están por descubrir o simplemente descubiertas, pero sin la oportunidad de realizarse.

 

Mujeres. Publicación semanal de las mujeres cubanas. http://www.mujeres.cubaweb.cu/articulo.asp?a=2011&num=571&art=36

 

 


[i] Constitución de la República de Cuba. Gaceta Oficial de la República de Cuba, Editora Política, Edición extraordinaria #3, 31 de enero del 2003, Pág. 7.

[ii] Alemán Santana Santiago, Figueroa Albelo Víctor. El modelo cooperativo campesino en Cuba. Editora Política. La Habana, 2005. Pág. 1.

[iii] Informe Estadístico. Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. Dirección Provincial. Camagüey. 2009.

[iv] Información estadística ANAP, provincia de Camagüey, año 2010

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