Relatos situados, por Laura Lina y Cecilia Iida
Las disputas por el recuerdo y el olvido han sido revisitadas en diversos contextos históricos y en reiteradas oportunidades. Los relatos canónicos, la construcción de memoriales y monumentos, entre otros, se han arrogado la posibilidad de institucionalizar e instrumentar una memoria única y totalizante. En estas configuraciones históricas, se excluyen sistemáticamente cuestionamientos, problemáticas e incluso sujetos sociales. La posibilidad de hacer emerger esos invisibles, pone en evidencia los mecanismos mediante los cuales personas, hechos, lugares fueron obliterados, al tiempo que se activa una potencial instancia de transformación. En esta línea de reflexión y acción, se gesta la obra procesual Proyecto manifestar historia de María Paula Doberti y Virginia Corda; una propuesta que se inserta en este entramado de reconstrucción de la memoria urbana.
Para cada acción e intervención que compone este proyecto aun en proceso, las artistas eligieron un edificio emblemático y distintos sitios de la cartografía de la ciudad: primero fue el ex albergue Warnes en el barrio de La Paternal; luego el puente Nicolás Avellaneda y más adelante el edificio de la ex cárcel de Caseros. En cada ocasión, siguieron un metódico procedimiento que implicó en primer término la investigación y relevamiento de datos históricos concretos: los costos de mantenimiento, las medidas de obra, la promulgación o derogación de leyes involucradas en la historia de estos edificios, familias y sujetos implicados de diversas formas con el pasado de estos lugares, entre muchos otros. Las fuentes tomadas fueron diversas, y en general corroboradas tanto por organizaciones barriales como por los propios protagonistas. Con esta información las artistas crearon un mapa de datos duros que adquirió el formato de afiches callejeros, afiches con los cuales intervinieron los lugares investigados. Los afiches, devienen así, en el cuerpo visual con el que cubrir paredes, portones y veredas ubicados en las cercanías, en interiores y exteriores de los sitios investigados. Los textos legibles en estos, llevan la tipografía y el formato de tantos otros carteles que empapelan las paredes de la vía pública, y al igual que éstos, también tienen una vida breve.
La invasión y el señalamiento de estos sitios cargados de historia, buscan provocar extrañamiento y suscitar el desencadenamiento de la memoria. En cada acción Corda y Doberti intercambian un afiche por un recuerdo. El público que participa con sus historias es el protagonista activo de esta propuesta; sus relatos que implican recuerdos personales y cotidianos van configurando un cuerpo de memorias colectivas. En el instante de la palabra y de su registro algo del dato duro, rígido, entra en contraposición al relato íntimo, por momentos impreciso de cada una de las personas. En este modo de documentar historia, la huella no solo es fotográfica o fílmica sino que se compone de múltiples voces. Y en ese sentido puede asociarse a los propósitos de la historia oral, una forma del relato histórico que se configura desde el relevamiento tanto de experiencias grupales como de vivencias subjetivas; y que concibe la recuperación del recuerdo y su transmisión como un movimiento dual que gesta una memoria social en permanente construcción. Y es en ese extenso e interminable intercambio de experiencias personales, que podemos construir un relato propio y ajeno al mismo tiempo.
Desde el repertorio de narraciones que se dirimen entre lo ficcional, lo verosímil y lo testimonial, este proyecto instala la reflexión respecto a cómo se construye nuestra historia social y urbana.
La propuesta desafía los límites del arte en tanto se define en un infinito y permanente proceso de producción y cuestiona la objetividad histórica, para recuperar desde los fragmentos de la existencia y los pequeños relatos otras formas invisibles de la trama de lazos sociales; al tiempo que permite pensar nuestra historia y sus espacios desde la riqueza de la multiplicidad y desde la flexibilidad de la experiencia viva y en permanente transformación.
Cecilia Iida – Laura Lina
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