BICENTENARIO. Una Revolución Continental
A medida que nos acercamos a la conmemoración del Bicentenario, aumentan los afanes “pedagógicos” de quienes se sienten llamados a ilustrar al soberano sobre la interpretación del proceso revolucionario del siglo XIX en Nuestra América. Hablan y escriben sobre la Revolución de Mayo muchos que adhieren a la concepción argento-centrista que se circunscribe a los sucesos desarrollados durante dicho mes del año 1810 en la ciudad de Buenos Aires y su influencia en el territorio de lo que fuera el virreinato del Río de la Plata. Esta interpretación mezquina e interesada es heredera de las ideas mitristas. Bartolomé Mitre, en su “Historia de Belgrano” menciona: “El virreinato del Río de la Plata, dentro de cuyas fornteras se dilató la revolución argentina…Tal fue el bosquejo del país argentino dentro del cual debía operarse su revolución interna”.[1] Y justifica lo que quedó afuera de esta revolución interna, como los casos del Paraguay: “miembro atrofiado de la sociabilidad argentina”; las provincias del Alto Perú: “era un mundo aparte”; la Banda oriental: “patrimonio de multitudes desagregadas, emancipadas de toda ley…”[2]
Los sucesos de mayo de 1810 en Buenos Aires fueron parte de una revolución continental. La guerra continental por la independencia de Hispanoamérica fue, al decir del chileno José Victorino Lastarria, “el acontecimiento más grande de los siglos, después del cristianismo”.[3]
Como tal tuvo elementos comunes en todos los escenarios de la guerra: Iguales instituciones revolucionarias (las Juntas), iguales ‘partidos’ legales de la revolución (las Sociedades Patrióticas); iguales ‘partidos’ clandestinos (las Logias); similar constitución de los ejércitos de liberación (oficialidad conformada por criollos ilustrados y republicanos europeos, y levas con hombres de la tierra, esclavos y criollos del pueblo), y sobre todo iguales objetivos estratégicos en las mentes de los Libertadores (la libertad de toda la América hispana).
La proliferación de Juntas revolucionarias en las principales ciudades sudamericanas facilitó, por su dispersión, la lucha contra las fuerzas realistas que se vieron obligadas a dividirse. Igual fenómeno que el ocurrido en España ante la invasión napoleónica. Dicen Marx y Engels al respecto: “El fraccionamiento del poder entre las juntas provinciales salvó a España del primer golpe de la invasión francesa bajo Napoleón, no sólo por multiplicar los recursos del país, sino por el hecho además de colocar al invasor ante el problema de la falta de un centro que poder herir decisivamente; el francés quedó completamente desorientado al descubrir que el centro de la resistencia española no se encontraba en ninguna parte y estaba en todas”.[4]
El sueño de los Liberadores se cumplió, pero la América “quedó mal hecha”, como dijera Alberdi. Quedó fraccionada y dividida –cuando no enfrentada entre las distintas repúblicas- culpa de las oligarquías ascendentes que se hacían del poder en cada nuevo país a las que no les interesaba una unidad institucional superior.
Los procesos de cambios que se vienen dando en la actualidad en Sudamérica pueden contribuir a que, cuando conmemoremos el bicentenario de esa revolución continental, estemos más cerca de la unidad e integración que imaginaron Bolívar y San Martín y podamos superar definitivamente los antagonismos y desencuentros de 200 años entre los hermanos pueblos nuestramericanos.
Horacio A. López
Subdirector del
Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.
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