El desendeudamiento como herencia y los riesgos futuros por Martin Burgos | Centro Cultural de la Cooperación

El desendeudamiento como herencia y los riesgos futuros por Martin Burgos

12/03/2015

Martín Burgos es coordinador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación

La salida del modelo neoliberal en el que nos introdujo la dictadura militar nos permitió entender la arquitectura de ese laberinto de manera más evidente que visto desde adentro. Hoy podemos afirmar que ni el tipo de cambio, ni la tasa de interés, ni la apertura comercial son fundamentales en el esquema neoliberal: son simples herramientas constitutivas del neoliberalismo, entendido como un proyecto cultural, social, económico y político. Lo fundamental del neoliberalismo en términos económicos es el uso de la deuda externa pública como forma de equilibrar la balanza de pagos del sector privado, cuyo déficit estructural se debe a la remisión de utilidades desde la periferia hacia el centro, tanto de los agentes nacionales como de los internacionales. Esto explica que desde los años setenta las deudas en divisas del sector público en el mundo fueran incrementándose cuando generalmente los gastos del Estado en sueldos, obras públicas, subsidios, se realizan en moneda local. A su vez, esa deuda externa –que deben pagar todos los ciudadanos– habilita la injerencia de los organismos internacionales de crédito en la política económica local, llevando a los países a desandar los caminos de la autonomía que habían buscado durante los años de la posguerra.

Por lo tanto, hay que entender la política de desendeudamiento como una parte sustancial del proceso político y económico post neoliberal que vivimos en muchos países del continente latinoamericano, y cuyos ecos ya resuenan en Europa. El desendeudamiento no es una medida o un ratio entre deuda y exportaciones, entre deuda y PBI, algo que indudablemente fue mejorando por políticas propias pero también por circunstancias ajenas, como la mejora de los precios internacionales de los commodities, que nos permitió pagar la deuda con reservas. Hoy, esas circunstancias internacionales han cambiado: los precios de la soja han caído y existen fuertes tensiones en los mercados internacionales que generan corridas cambiarias, como las ocurridas en Argentina o en Rusia. En este nuevo contexto, pagar la deuda que vence este año con reservas significaría reducirlas a casi la mitad, poniendo en riesgo la estabilidad económica. Por lo tanto la forma menos traumática de enfrentar el pago sería encontrar un financiamiento para estirar los plazos.

El cambio en las circunstancias internacionales nos permite poner de relieve el núcleo del desendeudamiento, que es la mayor autonomía de la política económica llevada adelante por los propios países respecto de los mercados financieros internacionales. Porque tampoco es cierto que el Gobierno no se haya endeudado en dólares durante los últimos 12 años. De hecho, uno de los bonos más importantes que vence este año, el BODEN 2015, es una deuda en dólares emitida por este gobierno. La clave de la política de desendeudamiento nunca fue “no endeudarse”, sino “para qué” endeudarse y “en qué condiciones” endeudarse. Entre los objetivos del endeudamiento, debe descartarse los que se vinculan con el financiamiento de una fuga de capitales, como lo ocurrido con el megacanje de 2001. De la misma manera, endeudarse para cubrir un déficit comercial podría resultar contraproducente. Pero endeudarse para la realización de inversiones en infraestructura es una posibilidad, que de hecho se está llevando a cabo financiado por organismos multilaterales como el BID, o mediante acuerdos bilaterales como los que se llevaron adelante con China recientemente.

Tan importante como los objetivos del endeudamiento son las condiciones del endeudamiento: tasas de interés, plazos, instrumentos, actores involucrados, jurisdicción y ley aplicable, son tantos factores que directa o indirectamente pueden poner en jaque la autonomía de la política económica nacional. En ese sentido, aceptar condiciones que impliquen apreciación cambiaria, aumento de la tasa de interés, ajuste de gasto público, pago de las deudas en default, nueva carta orgánica del BCRA, etc. sería volver al laberinto neoliberal, algo que desgraciadamente le está pasando a Brasil.

Más allá de la coyuntura particular de este año, marcada por fuertes vencimientos de deuda, debe ponderarse que a partir de 2016 el pago que debe realizarse en concepto de capital e intereses es muy bajo. Esta sólida situación nos debería permitir despejar los nubarrones de la restricción externa, manteniendo la balanza comercial fuertemente positiva a través de una mayor sustitución de importaciones, una fuerte regulación destinada a evitar la fuga de capitales y nuevas inversiones extranjeras directas. Pero resulta evidente que las elecciones de octubre serán una bisagra respecto del camino a seguir para financiar el desarrollo económico. La vuelta del proyecto neoliberal implicaría volver a crecer con endeudamiento externo, que es el principal plan económico de la oposición, y se puede apreciar en el aumento del nivel de endeudamiento de la Ciudad de Buenos Aires desde la llegada del PRO al gobierno en 2007.

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